Hace tres días cedió sus labios al amor.
Con un rubor que subió por su pecho acelerándole el corazón,
Aceptó el enlace de sus dedos con los de él.
La blanca piel de sus mejillas, se tiñó de ilusiones,
Al tiempo que su pecho subía y bajaba en el abrazo
Que prometió cambiar su vida para siempre.
Por vez primera, hoy se acercó a la orilla del mar
Para esperar el regreso de su pescador.
Aun siendo muy joven, ya era dueño de una barca con
Un potente fueraborda.
Fuerte, musculoso, tierno, bromista, extrovertido,
Se hizo dueño del futuro que ella dentro de sus sábanas
Se permitía soñar.
La sonrisa.
Siempre en sus ojos cuando la veían a ella.
Ese fue el rasgo que la impulsó a aceptarle en su pecho
Y a preparar su mente y su cuerpo para otras cosas
Que no se atrevía a averiguar.
Tenía que regresar antes de las once,
Así tenía concertadas las entregas con sus clientes.
Allí en la orilla, a solas con su mar,
Las olas vencidas lamiéndole los descalzos pies.
Esperaba paciente, repasando cuantas ilusiones
Su joven corazón fuera capaz de imaginar.
A pesar de la espera, se le hizo fácil sumergirse
Dentro de ellas, perdiendo la noción del tiempo.
La mirada al frente; los pies clavados en la arena.
Pero la Naturaleza no se estaciona y el sol desplaza
Su sombra sin descanso.
Había gente que se juntaba a su alrededor, sin hablar.
También ocurren cosas que ella no podía entender.
El cielo plácido, de un azul puro e intenso,
¿Por qué estaba lloviendo?
La calma era contagiosa y no se movía el aire ni una brizna,
¿Por qué las olas se agitaban con furia?
El verano estaba en todo su apogeo, y el calor sofocaba,
¿Por qué las gotas que se cuelan por su blusa le producen punzadas de frío mortal?
Pero despertó de su ensimismamiento,
Lo pies hundidos en la arena, la mirada húmeda, fija.
Su sombra se alargaba hasta las cinco.
Muy tarde.
Un cuchicheo a su alrededor le hizo fijarse en el
Cercano horizonte: La barca se acercaba para
Tranquilidad de todos.
Pero el murmullo de las olas quería decir algo distinto.
Y la barca volvió sola.