Sufrió solo,
sin su compañera.
le ocultó su enfermedad,
y lo mortal que era.
Fingió estar bien,
se alguna manera
y dejó que la vida
se le fuera.
Doblegó sus alas
se entregó a sus penas
marchitando sus flores
en floración plena,
que alegres mostraban
aún primaveras.
Se quedó en el letargo
rendido, sin fuerzas
como barco que sucumbe
ante una ola altanera
que rompe la estructura
por fuerte que fuera.
Sufrió solo
su extraña condena
sin pedir ayuda
ni un instante siquiera,
como quien se rinde
sacando su bandera,
acariciando la muerte
con manos de seda,
sintiendo la angustia
de ver cuando llega,
dejando en el dolor
a la familia entera.
Ocultó su enfermedad
con mucha cautela
y se fue apagando
como una vela
que en su propia llama
se derrite y quema.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela.