Alberto Escobar

Villa Diodati

 

 

Recibí la visita por sorpresa de los Shelley en Villa Diodati.
Me encontraba descansando en mi pequeña villa suiza en 
compañía de mi médico y amigo John Polidori. Los días 
discurrían entre el tedio de la obscuridad y el frío de un 
extraño mes de junio de 1816, que pasaba por pertenecer a  
uno de los años más fríos que recordar se pueda en la tierna
historia reciente.

Nos reunimos al conjuro del jugoso fuego que se cernía con
cariño sobre nuestras sedientas pieles, y al amor de tan 
hospitalaria estancia me surgió retar a mis circunstantes a
un desafío especial.

Acabábamos de degustar una fabulosa antología de historias
de fantasmas perteneciente a la tradición alemana, y acto 
seguido, como hilo de Ariadna me salta la ocurrencia de
proponerles una historia de terror.

De esta velada brotaron dos obras maestras:

Frankenstein o El Moderno Prometeo y El Vampiro.

 

De Aurora boreal fue.
Las guirnaldas brillaron.
Titiritera Mary.
A porfía Percy faro.
Complugo Polidori.
Anhelo todo versado
en grandes de oro letras,
Quererlo sin pensado.
Dábase cita Talía.
Su magia espesando
el ambiente invernal.
Filtro enamorado.