Inexistente

Denuncio a la vida.

-Hombre amigo, ¿Qué me cuenta?
-A usted que escribe yo le cuento
(yo le escucho, él sentado de medio lado en su silla)
Habla el amigo:
“Desde hace un rato…
(un rato que ya huele a infinidad de siglos)
se me ha recargado un demonio más de un lado que del otro.
Inutiliza la mitad, la otra mitad no sé, cabizbaja solo me mira
y me dice: ¿Que hago, si sobre mí recargarás toda tu vida?
-Has lo que quieras, que yo mando- le contesto.
Yo iré haciendo lo que puedo.
Mientras tanto…
(un tanto que parece durar un hasta siempre),
me contentaré a estar como se esas señoras tejedoras de tapetes,
bordando delantales y manteles,
con pequeños espejuelos metidos en el ojo curvo de la vida
y sus ajados dedos desenredando y empujando la madeja de la muerte;
con los pies clavados en el mismo epitafio, sobre el suelo,
y al compás las posaderas crucificadas a la silla.
¿Y la cabeza? Es solo otra señora sentada y silenciosa, que le hace compañía en otra silla.
¡Oh qué demonio! ¡Cuánto ha deshecho! ha dejado una condición
en la que ni yo mismo superarla puedo.
-Suelo estar siempre acompañado y siempre solo-.
O quizá no, hay nuevos compañeros ¡Ah los frecuentes tragos caseros!,
que se sirven en coctel con sabor a largas noches y oscuros días,
y que prestos acuden al convivio predilecto; los insomnios,
los lamentos, frustraciones;
las intenciones de volver a dar mejores pasos;
a no olvidar que cuelgan de los hombros todavía brazos,
como cuelgan de los ganchos de la mente las ganas de seguir viviendo,
y viviendo–ganas que muy seguido abandonan y dejan un ambiente solitario,
solo como ese país caótico, al que nadie lo gobierna (aunque en virtud
de ganas, pareciera que ganase el valor de seguir inexistiendo).
Amigo… a veces yo quisiera inhalar ese humo narcótico de los amigos idealistas –atributo del que yo no tengo
ni un solo gramo entre mis cejas-, esos que filosofan que “la vida es bella”,
que “hoy es tempestad, mañana calma”.
¿Usted no es de esos…verdad?
Yo no digo lo contrario, el que los contradice soy yo mismo en este saco
en donde apretujo a diario el cuerpo amalgamado con el espíritu que le queda.”
¡Yo te denuncio vida!