No demora el destino,
cual cenital designio
con el azogue aún entre los labios,
en frecuentar lugares
sin sitio entre los mapas,
rehenes del tiempo,
donde el mundo existía antes del mundo,
donde los cuerpos
reposan sobre hastiados huesos,
irguiéndose como un templo
sin dioses que lo habiten
ni auspicien sobre sus entrañas.
Así aprendieron los hombres
de los abismos y de las máscaras
que ocultan las vidas no vividas
que ahora pasan como viento ante sus ojos.
Mas cuando el viento amaina y todo calla,
un eco devuelve el silencio
de un cuerpo desnudo ante la muerte.
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