Era una noche sentado
en la orilla del mar.
Cantando al son de las olas
con la luna de oyente,
las voces bramar.
Las estrellas de espectadores,
la brisa marina
y el latido de los corazones:
Un pensamiento no paraba de brear
en mi interior, sofocado de callar.
Un amor imposible, la misma historia
yo contar, mil variantes iguales,
pero distintas al sonar.
El cosmos impactado se quedó,
perplejo de mi confesión entonar,
pues razón no me faltaba al acabar,
con sus caras todo el mundo, me asintió.