¿Recuerdo?
No, no recuerdo el momento específico
de tus ultrajes en la primavera,
pero aún siento el tanteo,
aún las amonestaciones del tiempo,
aún tu husmear entre las sombras
que me miran con ojos llorosos
desde las esquinas más remotas.
No recuerdo,
pero aún siento a las sombras darse la vuelta para no ver,
para no tener que dormir con las injusticias
derramadas en un clavel.
Sin embargo,
recuerdo el momento de mi concepción de los sueños,
de mis primeros pasos en el mundo de los vientos;
pero la brisa se convirtió en una ventisca
y con su fuerza primaria y miedo terciario
me lanzó al segundo escalón de una estación en pañales.
En ese segundo escalón permanecí con los ojos cerrados,
con mis manos apretadas sobre mi vista;
trayendo los no recuerdos y rememorándolos,
atrincherada bajo las losas de luces tardías
en espera del estío en su travesía.
Finalmente,
mis miembros pidieron permiso al escalón tercero,
al cuarto,
al quinto,
y así sucesivamente hasta haber recorrido mil.
Entré por fin al otoño que se llevó los mayos,
y los atesoré para guardarlos como prenda
para un invierno no muy lejano.
Allí esperé sincera,
vistiendo cada una de mis primaveras con colores verdes
y luego pintándolas de brillantes sepias
que se llevaron y deshojaron toda mi cabeza.
Mientras volaba, creo que vi algunos de tus momentos,
ahora barridos por las ventiscas de mis manos;
y tus ultrajes y tanteos parecen ya extraños y ojerosos,
tanto que las sombras me miran de nuevo reposadas y curiosas.
Espero ahora la escarcha de mis ojos,
la pesadez de los párpados entre el frío de las horas,
que cayendo tímidas,
ligeras,
luminosas;
moldean recuerdos que aún no me pertenecen,
y que están destinados a tenerme y crearme en el frío de la noche
y a vestirme por fin con ofrendas largamente guardadas.
Así recordaré los no recuerdos
y los revestiré de la primavera
y de la concepción de los sueños.