No me pregunten cómo hago para vivir entre muertos que compiten por un trozo de camino.
Sólo quiero decir que estoy un poco loco,
que ni siquiera la música de violín
me salva de repetir y repetir
los crímenes que cometo en la medianoche.
Yo erguido, pero trastocado,
más pequeño que mi fatiga, y aún más:
con mi viejo abrazo triste que sólo una virtud detiene
cuando se prenden los océanos y las casas se desprenden lentamente del puerto,
y escucho tu voz.
Poco a poco mi cuerpo y tu cuerpo se tocan, se trocan, se recuerdan.
En ese entonces
le digo adiós a tu ausencia.
Y tranquilamente navegamos; tú sin mayor amor, sólo una estrella,
no la noche a la que aspiro.
(Mi miedo trepa y baja en un juego que sólo mi corazón entiende.)
Pero no vengo a maldecir ni a maldecirme.
Quiero algo de los grandes aires silvestres.
Estoy desterrado. Ocúltame.
Creo que voy a morirme
y eso importa poco.
Guillermo Capece
Direc.Nac.del Derecho de autor