La campana que dobla allá en la cumbre
a un humilde reencuentro nos invita,
a rezar la oración allá en la ermita,
a hallar luz en la propia incertidumbre.
Que la luz de la gracia nos alumbre
el camino de abrojos que me agita,
nos señale la luz que resucita,
y la cruz que nos dé la certidumbre.
La campana que estaba allá en lo alto
de la torre vetusta y derruida
ya no invita ni al rezo, lo resalto,
en el atrio se encuentra, enmudecida,
una tropa que vino, en un asalto,
de un disparo acalló, quedó sin vida.