Estos versos que rescaté del aire ya eran huérfanos
llegaron a mí en el momento más preciso, con la verdad más concreta
estaban corroídos, desgarrados, desposeídos de todo lo humano.
Lo cierto es que eran versos vivos, pero que parecían muertos
estos versos que rescaté a medio vuelo
en pleno aire del denso ocaso.
Antes de cubrirse de respectiva niebla,
llegaron con la usual intermitencia,
a mostrar de la realidad su rostro menos terso
como quién trae entre ceja y ceja
un dolor entrelazado.
Llegaron con su tiovivo de nervios, con fracturas abiertas
rescate de marasmos de inercia
y de ciertas amnesias, a duras penas.
Cuanto más los hubiera yo amado
si estos hubieran llegado del mar y no del aire volado,
para con muy poca resistencia pernoctar sobre
las ramas amarillentas de una libreta...
Estos versos que rescaté de las tinieblas,
ya adoptaron la luz de los humanos.