Natura que es prolífica en grandeza
contigo desbordó con sus regalos,
y puso en tu figura regios halos,
que a todos nos cautiva tu belleza.
Dio a tu voz, del canario su dulzura,
y tu talle forjó con frágil palma;
y ternura celeste puso en tu alma,
y en tus manos, de armiño la tersura.
A tus ojos les dio el color del cielo,
con miradas que fulgen como estrella,
con la luz tan brillante de centella
que te ofrece de amor su frágil velo.
A tus labios les dio el color rosado
que dibuja tu cálida sonrisa;
y con gotas de la sublime brisa
fabricó tu suspiro apasionado.
Dio a tus venas la savia del jacinto
que te nutre de fuego incandescente;
y de rosas bordó tu tersa frente
enlazadas con flor de terebinto.
Es por ello, mujer incomparable,
que ante ti suplicante me arrodillo;
esperando con ansia indescifrable
me regales tu bello y grácil brillo.
Autor: Aníbal Rodríguez