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FLOR DE UNA PARAISO ETERNO

 

Alfonso Aguilar T.


No se puede hablar de ella sin conocerla
No se  puede mirarla, sin verla.
No se le puede entender,   sin quererla

Ella era, una huella en el camino,
Ella era, la Flor que un día conocí
Ella era, Bella, Alegre como el viento
Mueve y susurra tu destino. 

Fresca, con retoños recién nacidos,
Alimentados con la savia del alma,

Que emanaba  de sus pechos

Como la flor, que abre sus pétalos 
Encendidos, para ser polinizada.

 

De tallos firmes, de una belleza sublime.

Abarcaba todo espacio de

Una primavera eterna y 

Por el rocío  mañanero,

Vibrante de alegría acurrucaba

A sus hijos, con su calor,  les entregaba

El amor de cada día.

 

Hoy el Padre Eterno, Sembrador
De Justicia y amor, te ha llamado…
Tú misión terrenal ya has cumplido,
Ahora te espera el Jardín del Edén,
Así cada mañana celestial cubrirás
A los futuros retoños, la semilla del bien, como 
Madre terrenal que fuiste y 
Que ellos deberán aprender a sembrar
Para sus generaciones,  porque así, la misión
Deberá continuar.  

 

 

Dedicado a  la memoria de

Florinda San Martin Albornoz