No se veían hacía algún tiempo, reconocerla no fue sencillo.
Había dejado el pueblo, siendo adolescente y volvió toda una mujer.
Con las redondeces, que enloquecerían a más de uno en la ciudad.
Pero quiso llegar a su pueblo natal, a ponerle flores a sus padres fallecidos.Hacía más de una década, que muchos se preguntaban quien era la forastera.
Mas ahí, en la esquina, como siempre Juan estaba armando un pitillo, suavemente la hojilla, la enrulaba, hasta darle la forma perfecta.
Habían sido novios cuando críos, cuando ella llevaba trenzas , que caían a ambos lados largas y sedosas, color cobre.
El estaba como siempre, con su padre, trabajando en el viejo almacén. Ya no era recadero.Se ocupaba, actualmente de comprar las verduras y frutas en el mercado.
Cuando pasó por delante de él, con un ramito de jazmines , no pudo evitar, gritarle Lucía!! Ella se emocionó hasta las lágrimas, no esperaba verlo, no sabía nada de él desde que
se había marchado. Se abrazaron y le dijo --¿Quieres que te acompañe?-No. ella se separó discretamente, le contestó que prefería ir sola al cementerio, que se debía una larga
conversación, allí con sus seres queridos. No lo quería reconocer, pero un margen de culpa, tenía que no sabía explicar.
Juan le tomó la mano- Como te apetezca, pero me gustaría volverte a ver, - Tal vez más tarde- Lucía se sonrió y le dijo-si seguro y siguió caminando.
Pasaron dos días que ella no salió de la casa, que era de sus padres y ahora vivían sus primas allí, una suerte de \"solteronas\". medio cotillas y costureras del pueblo,que la tenían atrapada con cuentos y remilgos.
Juan se acercó a la puerta, cuando tocó , como era la costumbre, la puerta abierta y una voz de adentro, le dijo que pasara.
Lucía estaba arreglando unas plantas, llevaba guantes y tenía la frente sudada, se la secó con el delantal y se acercó alegrándose de la llegada, sonriente le ofreció agua fría.
Ella se acomodó lo mejor que pudo.
Hacía mucho calor y lo invitó a a sentarse a lo sombra de la palmera, como solían hacer como cuando eran niños.
El abrió más grande sus ojos y le dijo -estás sencillamente hermosa.-Si no digas más nada Juan, estoy casada y tengo una hermosa hija que me esperan en la ciudad.
(Continuará)