Soy un eco que busca sonoridad
desde aquella mañana penumbrosa
en que los cielos perdieron claridad
gimiendo mi dolor solitaria y silenciosa
¿En qué pecho has dejado tus delicias
que delirantes absorvían mis besos?
¿Por qué, cambiaste mis caricias
por el fuego de otros huesos?
Aún espero que tú sientas
la unción sagrada que nos alcanzaba
cuando mis alas te rozaban sedientas
en el calor hambriento que nos abrazaba.
Entonces... había chisporroteo de pebeteros
que alimentaban el sentir de nuestras almas...
Pero..., tú no olvidas buscar otros esteros
que venden bellas luces de turbias calmas.