Vino a acuñar con su fuego lo que sus manos pusieron en las selvas de mi piel,
después de sus besos despertó mi sueño,
su mirada de horizonte traspasó por en medio del corazón el paraíso
mis labios intentaron esconderse,
sin querer mostraron la somnolienta sed de todos mis siglos.
Por instantes nos vestimos con abrigo donde nos amamos,
sé que hubo cisnes paseando entre nuestra manos,
aquella tarde los niños que fuimos enterraron la desesperanza.
Yo tengo el arco vencido, él catapulto flechas sobre el camino que camino,
para herirme entre sus labios
sobre la sed más sedienta mi delirio siembra agua.
De pronto todas las palabras son alegrías en parvadas
se sueltan el cabello todas las barcas
y se peinan con el rio de festivas lágrimas que han dejado de ser efluvios tristes.
Me haces navegar entre nubes cuando paso por tus brazos
tu respiración estalla sobre mi rostro todas mis flores aprisionadas.
Escribimos en los mingitorios nuestros nombres.