Necesariamente,
como un pensador suele decir;
viajé por el mundo sin fin
utilicé mis mejores galas
al ser presa de la estupidez
de ladrones del verdadero albedrío.
Me sentí como aquél
que derrocha su frescura
en un pozo infértil, sin llegar
al fondo de la desnudez.
¡Oh! que realidad soy:
¿bella cómo las serpientes?
¿sincera como el propio caminar?
Me lastima la luz mortecina de las noches,
pero como ellas cada vez
intento retomar la aurora matinal.