Ví contenta a la muerte
convertida en cumbiambera
con una orquesta de suerte
cantándole ritmos de vera.
En el parque de las flores
en una noche cualquiera
con raros instrumentadores
la fiesta calurosa era.
El zombi de la batería
tocaba en una calavera
los palillos eran las tibia
de una muerte severa.
El guitarrista era izquierdo
trinando en las costillas
era un tanto muy lerdo
con la guitarra en las rodillas.
Miraba el trompetista
que soplaba una canilla
parecía malabarista
su esqueleto en una camilla.
Y el acordeón zumbón
tenía ciertas medidas
hecho del raso del cajón
y las teclas negras teñidas.
El cantante era un varón
con voz de ultratumba
cantaba un reguetón
y la muerte bailaba zumba.
La amanecida fue completa
la trifulca enloquecía
la muerte estaba incierta
porque moría a la amanecía.