Yo contaba con cifras paralelas, el paso al marcar de tu cuerpo destilante. Seguí rastros y huellas de caminos escarpados; alienado por los fragtales que de ti desprendían. Piedad pedía al transitar; a los espíritus jocosos que arriaban el terreno, constituyendo en sí, un arduo camino. Hostil, precautivo, con perdida selectiva y apariencia de limbo.
Levante la mirada, pues, una luz serena señalaba la distancia. Acelere el andar como tropel, con brusca emoción furtiva. En ese instante, figuras geométricas formaban un laberinto, rígido, de líneas tan rectas como túneles cósmicos: como rompecabezas codiciosos, que diseñados por maldad, hacían perder mi dirección.
Entendí que los cuarteles antaños que protegían tu cetro, eran impenetrables, como los muros de Troya o las montañas del Machu Pichu. Tu rostro se ocultaba entre cabellos, eras invisible, la vista no daba más allá; de lo que las limitaciones humanas me permitían.
Y así, en codiciosa aventura, escale de manos; las pruebas de tu mirada. Sentía que al observarlas, me convertirían en barro arcilloso; para que al mojarlas con tus labios sedosos; crearían de mi: la obra que dominara tu lecho.