Hoy no estarás mujer de tantas tardes.
Silencios! Aquí aún tu espada esgrimes,
como un mortal silencio cuando gimes;
ahora que mis manos son cobardes.
Dejaste tu mirar, tus ojos buenos,
el amancer de un amor cardíaco
sentado por la aurora del zodíaco,
contemplando las tardes en tus senos.
No estarás en la tarde para verte,
entonces pensaré de tu hermosura,
la luz, y surgirá en tu empuñadura
la noche, como un dolor de muerte.
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David John Morales Arriola