Cruza el cóndor gallardo el ancho cielo,
en el aire se ve con donosura,
¡Gloria cielo! albergar dicha criatura
que hacia Dios elegante emprende el vuelo.
¡Gloria! ¡Gloria! se escucha desde el suelo,
es el mundo que entona con ternura,
del lejano tristón la partitura
que el ocaso escribiera en su desvelo.
Pero el cóndor ignora su grandeza,
inocente se mece en la corriente
donde oculta solemne su tristeza.
Allá abajo, doquier, un pueblo ingente
sólo ve de aquel cóndor su belleza
y su vuelo elegante indiferente.