Apenas conversamos,
y sopesamos el silencio
que va volviéndonos transparentes,
anónimas pupilas tutelando
el paso de los días,
y si decimos mañana,
un nudo se nos hace en la garganta.
Aún así, henos aquí,
solos en mutua compañía,
ojerosos al frenesí del paso de este duelo,
con el silencio gobernándonos el pulso.
Sintiéndonos desnudos
de tierra que nos cubra,
nos miramos sin reconocernos
para aprender a a amarnos
pasando sobre el orden de las cosas,
luciendo cicatrices,
siguiendo la extraña ceremonia
de los amantes taciturnos
que buscan en la oscuridad
la soledad del beso que no llega,
el roce que no alcanza a ser caricia.
Y sin querer, nos vamos alejando
al gañido de un perro vagabundo y a otras luces.
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