Inexistente

En las calles.

La vida también se vive en las calles
donde transpira y se gastan sus poros,
entre prisas, saludos y adioses;
donde musitan las horas
a paso lento.

Las calles son prestos rumbos
que llevan a todas partes
y en alguna parte terminan.

Ancladas al mismo empeño,
que acunan al mismo sueño
de trasmutar como alas.

Un propósito casi siempre difuso;
el de existir sin el tiempo,
el de exponerse a los días
Y mimetizarse en las noches
(la oscuridad es solo una luz envolvente
escudada en el negro,
que deambula por donde place
si se le deja intacto su antojo).

Entre los perros, y gatos
que agitan sus colas
en fríos tejados.

Entre ilusos discretos
y realistas insurrectos
que queman sus neuronas
en sus blandas y
deambulantes hogueras.

En las calles se replican
las ramas de un mismo tallo,
derroteros de tantos cuerpos.

Son rutas de almas,
prolongadas fosas
condescendientes al bregar de los seres.
La vida marcha en las calles
entre millones de pasos.