Transcurren los días,
y los datos recogidos se asemejan a envíos de la noche.
Tiñen de hiel el corazón.
¿Quién acude a tu llamado?
Hombre o mujer, ¿quién?
Esa música reincidente te aturde como un sismo en tu propia garganta.
Nada podrás decir. Nada de lo que quieras oír será dicho.
La sombra queda para tu sangre.
Vestido de caballo de humo fino
-relinchos o cánticos antiguos-,
buscas ese lugar, ese tiempo donde dormir parado.
No absuelves a la muerte,
a tus padres atados a viejos paños oscuros,
y tú llevándoles flores que no son flores
sino tormentos, y rostros, y reclamos.
Te absuelves tú sólo
buscando
revancha para tu vida.
Eres quien manifiesta y no encuentra.
Sueñas con poseer el viejo sueño de piedad, impreciso;
y ya solo esperas una voz para urdir las palabras
que darán comienzo a tu eco;
una voz que te acerque sólo a un abrazo,
que dé significado
al cielo ardiente que con sus alas te abarca.
Ahora doblas tu corazón sobre tu mano.
Manejas nubes, las lluvias y los llantos.
Cae sobre los adoquines un viento noble.
Unos perros ladran.
Tú caminas hacia el apenas.
Guillermo0
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