Lo más antaño que de ti recuerdo,
Fue en marcha de un doceavo mes,
Justo en los tiempos de las coincidencias,
Sí…, coincidimos por segunda vez.
Y es que denominarle “destino” es como banal,
Habría asegurado que teníamos un hilo en nuestros dedos,
Y el carrete se había agotado sobre aquel lugar.
Donde luces, sonido y oscuridad te presentaron.
He de aceptar que fui como un sitio vacío,
Tal vez recuerdes el color del asiento que de mi cara,
Y tus latidos alcanzando a alguien más,
Y tus pupilas hacia no sé qué lugar.
Honestamente no recuerdo los colores que se mezclaban,
Solo sé que brillaron sobre la madera y sus sonidos,
Y sus letras, y los matices en sus rostros,
y tus locuras y mi desconcierto en la aglomeración;
Aun así no pude dejar de mirar.
Y cuando ya no estabas… sí estabas,
De retina a memoria,
Aglutinado hasta en el queso de la pizza que cené,
Después de abandonar aquel lugar.
Entonces como si un recuerdo aleatorio:
Las luces, el sonido y la obscuridad que te presentaron,
Tú… tú… después tú, los demás días tú,
y el chillón de las 4 cuerdas en tu espalda,
Siempre en tu espalda.
Entonces… como si un momento retornando:
19 de diciembre del 2012,
Aquella noche, cuando abrí la puerta,
No pude dejar de mirar…te
Hasta cuando ya no estabas.
¿qué habría ocurrido de abrír la puerta un segundo antes o después?
Tal vez el siguiente no hubiese sido él:
El muchacho del violín.
Tal vez sus ojos nunca hubieran chispeado con los míos,
Y jamás hubiera deseado besar sus manos,
Y no estaría afirmando lo que en el momento escribo:
Recuerdos, solo eso.
Que insulso…
a estas alturas es fútil una respuesta.
Y es como si hubiera abierto la puerta un segundo
antes o después.
Para Luis Alberto Tellez Diaz
Chavi