Ando en busca de un huidizo poema
perdido tras los laberintos del silencio.
Quizá ha quedado prisionero en el espino,
ahora mismo, cuando gime,
tatuado por el viento.
No dejó ningún rastro:
Tal vez fue devorado
por el aire irrevocable del tiempo.
¡Es que es tan frágil
como el evanescente color de las hojas,
ya vencidas, una a una,
por el dolor del otoño!
¡Sin nombre se me ha ido, se me ha ido!
Quizá porque no tuve tiempo de besarlo.
Todo es incertidumbre
en el país del ansia.
¡Y que vasto abandono es el ayer!
Pero al fin lo he encontrado:
mendigo entre cenizas,
manchado de tinta y de barro invisibles,
sobre el inagotable papel de la vida.
Quiero besarle todos los olvidos
atribulados por el viento.
Quiero calmarle la sed
que brota del silencio.
Quiero limpiarle mi sangre
que cubre cada verso,
cada verso…
Cada verso…