HectorFlores

¡Qué olor a muerte!

Como las decoradas raíces de un madoroso bastón, 
hasta el viejo dios cojo. 

Reseco el polvo, lámina y escama, 
hacia la península, con viento gélido: ecuánime en tanto 
sea un pobre anciano 
                     soplando sobre los mares sinuosos. 

¡Qué tiempo! ¡Qué desenlace superfluo del cadáver que se nos cae encima!  
Llueven los últimos signos del final del destino. 
Muerte al ultimo pilar de carne que resta: 
¡Qué nos llueva el cadáver! 
 
Hermanos pero nunca padres, 
tenemos la próxima herida y 
nos matará, si las cicatrices  
blancas se olvidan.