Escucho mi nombre sin querer,
escucho mi nombre querer
tomar su propio nombre;
llamarse raíz, aire, hormiga, piedra
(de todos modos quiere llamarse;
le importa llamarse hiedra
para no llamarse yo).
Porque en mí, siente que fue prestado,
en mí siente que es fracasado.
Su reencarnación ha de ser en otra aura,
su sentimiento ha de nacer en otra alma.
Se ha declarado sin apellido
y hurga entre nombres ajenos.
¿Cuál le será más apetecido?
Luego -tan solo- que me echará de menos.
¿Y yo dejaré de ser?