Encontraran hijos juiciosos
y padres juveniles, sobrinos
generosos y tíos rumbosos
no en Ámerica ni en Alcalá.
Saldrán maravillosamente
confundidos, donde los actores
sin papeles, crean una obra
verdadera e irrepetíble.
El milagro es tocar el piano
para que los hambrientos no
se crean que son pobres
harapientos, cuando hayan
calentado el estómago, regresarán
al apartamento, uno frío, otro húmedo
aalí se refugian del inclemente viento,
pero el pianista es feliz con su instrumento
y los pobres menos pobres, aunque solo vean lo que
los rascacielos les dejan ver del firmamento.