Las cascaras de pan se quedaron esperando inertes,
húmedas por la tierra que las abraza,
las que un dia con hocico por alfiler escondiste,
esperanzadamente, con un aura de brillo y mañana.
Ni que hablar! mis zapatos masoquistas te extrañan;
y aún no me acostumbro a tu ausencia,
a la mala suerte de no ver tus pupilas cada día,
otro día, otra mañana.
No, no me acostumbro a que la ausencia duela tanto,
que la nostalgia sea portada y resumen,
a que la melancolia consuma tus pasos,
que los rincones ya no guarden tus secretos,
que tus mordidas no sean titular.