Muchas veces me he preguntado:
¿Por qué lo hiciste, amigo?
¿Por qué haber tomado esta decisión?...
¿Por qué no confiaste en tu hijo,
y le contaste todo lo que en tu vida
estaba sucediendo?...
Tal vez haya sido por vergüenza.
Tal vez porque no tuviste la suficiente valentía
para enfrentar tu triste situación.
Tantas y tantas... ¿por qué?
En todos estos años pasados,
vivías en un pueblo, en el cual aún sigue siendo...
Pero allí pasa lo que no en la ciudad.
Cuando hace varias décadas
iba a visitar a mi hermano
y a su familia.
Mi cuñada y sus dos hijos.
La gente allí saluda a los desconocidos.
La gente allí, algunos pobres,
otros muy ricos,
tienen más educación
que los de la ciudad.
Al menos, que la mía.
Tengo vecinos que ni siquiera
sé cómo se llaman.
Pero me traslado nuevamente
hacia Carlos Pellegrini, Santa Fe.
Solíamos ir con mis hermanos
y nuestra madre a visitar
a nuestro hermano allí residente.
Éste tenía un sin fin de amistades.
Todo el pueblo lo conocía.
Hasta los perros lo saludaban.
Al principio me tomó de sorpresa
tanta amabilidad.
Claro, yo era un hombre de ciudad.
Vuelvo hacia este amigo.
Casado, con una mujer que,
por esas cosas de la vida,
estaba postrada en un sillón de ruedas.
Cuando llegó su momento,
esta buena mujer fallece.
Nuestro amigo, de mis hermanos y mío,
queda viudo. Su campo lo lleva a
estar en una situación económica muy holgada.
Tenía un hijo, una hermana, su madre...
Gente de campo maravillosa.
Cuando íbamos a visitarlos,
siempre nos reuníamos
con mi hermano y familia,
sus suegros y cuñados.
Hacíamos reuniones amistosas,
comiendo un asado,
con su respectivo vino.
Bailes y alegrías que otorga
la vida cuando se está entre
buena gente y amigos.
Teníamos predilección
en jugar partidos de bochas.
Éramos allí intensamente felices.
Me refiero a mi madre, mis hermanos,
mis pequeños sobrinos, mi cuñada.
Los años pasan. La vida pasa.
La tragedia se acerca.
Este amigo, ya viudo, conoce a otra mujer...
Le daba, en bienes materiales,
lo que le pedía.
Le \"sacaba todo lo que podía\".
Quedó en bancarrota.
Con deudas a todo el mundo...
Estando ya en Santa Fe,
un día de enero de intenso calor,
llama mi cuñada por teléfono.
Atiendo, y nos da la noticia
que nuestro amigo
había ido a su campo, solo.
Su hijo, al notar que su padre
demoraba demasiado en retornar
a su casa del pueblo,
va en su busca.
Lo encuentra allí.
Pero ya no estaba con su amplia sonrisa.
Estaba ya sin vida.
Se había colgado de un árbol
con una soga al cuello.
Buscó la muerte, ahorcándose.
No tuvo la valentía de confiar
a su hijo lo que estaba sucediéndole...
Han pasado muchos años,
pero en mí aún queda
la angustia de la gran pena
por su desaparición, su suicidio.
Es algo que no puedo arrancar
del corazón, puesto que todo el mundo
lo queríamos, por ser como era.
Y lo que no puedo borrar de mi mente
es que cuando al día siguiente
de su suicidio lo llevaron
a la iglesia para hacer una de las despedidas
ante Dios, el sacerdote, el cual todos
los domingos, almorzaba en casa
del finado, junto a su familia.
Un par de veces he estado
yo presente, casualmente.
Pero no admitió la admisión
del féretro a su iglesia,
porque se había suicidado...
Existen distintas formas
de que un amigo se vaya.
Éste, nuestro amigo de la sonrisa,
se fue, hacia la muerte...
Que eternamente descanse en paz...