La naranja aparece en el centro
de gravitación. Alrededor suyo
cae la incertidumbre de los días,
nebulosos planetas, cae la nada
tranquilizadora, las palabras
que se abultan y se desmoronan,
el obstinado signo de interrogación
desamparado como un leño seco.
La naranja un día sobreviene
en el frutero (mi mujer la compró);
no estaba el mundo preparado para ello;
como si a consecuencia de una herida
aún se retrajera, quiero decir que
la conciencia que teníamos de él
era tal vez menguante; la naranja
se apoderó de ella sin dificultad,
el mundo
no parecía.