Le he tomado cariño al insomnio, anhelo las noches porque desde esta cama tibia y solitaria me desvelo enviando abrazos, cartas y sonrisas, con la tierna ilusión que lleguen a sus sueños.
El silencio es cálido si recuerdo su risa, pues se ha convertido en mi himno de alegría y su mirada es paisaje que deseo pintar.
Le he tomado cariño a la soledad y a la dulce espera, porque en medio de ésto, he logrado comprender que para amar, hay que ver con las manos, sentir con los oídos y escuchar con gusto, que para proclamar amor hay que enamorarse de la realidad, sin pretensiones de cambiar lo que es el otro, que se debe arriesgar con la certeza de que nada es perdida, pero sin duda, hay que tener claro que el amor envuelve lo bonito y lo feo, lo bueno y lo malo, las sonrisas y el llanto, las inmensas alegrías y las desgarradoras melancolías, mejor dicho: el amor nos lleva a sentir y vivir y viceversa.