El tiempo es nada.
En una vida, solo instantes.
Una ilusión apenas enunciada,
la noche en cada parpadeo de la tarde,
esas distancias que no podemos apreciar
entre un día y el siguiente,
el misterioso sortilegio de ir casando
las luces con las sombras,
el credo al que amarrarse
ante el ocaso de los días,
el descubrirse desnudo y ciego
ante la huella de una luz que se retira,
el viento que deshilacha las últimas banderas,
el tallo que a la flor empuja hacia la vida.
El tiempo es una herida,
y una herida no es nada
después de haberse muerto tantas veces.
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