Mi acogida, se arrima bien angosta
entre tu piel calada e insuperable,
sobre tus piélagos de costa a costa,
y arriba de tu nácar estimable.
Tu recato de copas, tu atadura,
forjan hasta el estímulo achacoso,
me caldea la vida, mi locura;
me deja para tu pecho acucioso.
¿Qué prenda se te sale sugerida
deshojando las franjas de tu vianda
que enardece y susurra que te pida?
Oh, ¡es mi capricho tu corteza blanda!
¡las vallas de tu área prohibida!
En mi vigor, cumpliré tu demanda.