VII
Entre altos sauces reposaba
una blanca figura que a mi alma teñía
de verdes, de azules: sus cabellos bañaba
tan puros, áureos como el día.
Yo la vi: mas ella, impasible,
ni gesto, mirada o suspiro notaba
allá en su lecho: su cuerpo reposaba
y en nada, dormida, se hizo inmoble.
Acerqué mis manos, mas preciosa lucía
la inefable esencia de su morada:
y en tanto que, ingenuo, las apartaba,
las llevó a sus mejillas: me sonreía.