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Olas-alcohol-amigos.

Las olas fluyen en su vaivén, cayendo como tormentosas bestias en el infinito mar, desahuciado con su agua invencible que no puede ser bebida; luchan las olas en el orbe, en su cristalizada piel se reflejan los átomos azules de la atmósfera ferviente; luchan las olas por reflejar deseos más solemnes, más poderos, sublimes más allá de los recuerdos ahogados en la sal maloliente.

Caen moscas por las llamaradas invencibles del sol; caen cerca de la tertulia alcohólica, cerca de la plática sobre las mil formas de libertad que no podemos alcanzar; el poder del humano al hablar es el arma más poderosa que se presenta en el momento exacto en el que el alcohol palpa el paladar; en ese fragmento exacto del tiempo el hombre comienza a filosofar, sobre las libertades
que como humano y sociedad no tenemos, no alcanzamos; crea utopías el hombre, nosotros como hombre, donde el niño es la semilla que germina y cambia el engranaje del destino que llevamos sembrando en lo ayeres, se habla de un cambio en base a políticas, religiones, sistemas, palabras; en base al amor efímero que no vemos pero que mueve los desenlaces, las casualidades y los todos que tenemos y hacemos.

La cerveza es fría, hierve en la boca del estómago, en los ácidos gástricos toma rumbo hacia su batalla contra la materia gris y sus neuronas afiladas; se preparan ellas para recibir el golpe y comenzar el trote, de charlar, analizar el rededor de la bendita conversación, del circulo filosófico en el que llueven las ideas del hombre perdido, que se encuentra en la botella perfecta, con su saber a frescor, la sustancia provocadora de la explosión milimétrica en el cerebro calmado, tranquilo, vicioso de mis buenos amigos.

Fluyen corrientes de sueños entre la mesa cargada con bebidas, sueños locuaces, sigilosos; van avanzando entre las mentes de uno de otro, de nosotros, se va plantando el pensamiento, va floreciendo un sentimiento, por eso somos amigos, porque creamos conocimiento y emociones en el intelecto y en lo que late debajo del pecho.

Corazones rugiendo como truenos iluminando la oscuridad de la rutina como potentes relámpagos, Dioses del cielo, Dioses de lo mundano, hablando fuerte y claro, celebrando el poder, los dones del ser, del alma, del creer.

Amigos infinitos, amigos cayendo y levantando el sentimiento, por ser de nuevo, por soñar de nuevo, por creer de nuevo en la utopía de lo que el hombre puede producir en el subsistir del vivir.

Se termina la cerveza, la bebida, cae la madrugada fría, los bebedores se marchitan, se hunde el hombre en las sombras, se alejan, se marchan; nosotros los amigos, poetas, locos, tomamos al silencio, obsequiamos en lo tierno, en lo simbólico y eterno, un resistente abrazo.