Aún recuerdo tus sabias palabras, jamás olvido
que fuiste conmigo tan buena y generosa,
te recuerdo bella, con un enorme parecido
a una resplandeciente y perfumada rosa.
Abuelita, me pregunto: ¿Adónde has ido?
¿Dónde tu alma alegre y gentil reposa?
¿Dónde estás? Estoy firmemente convencido
que no estás en aquella fría y solitaria fosa.
Una voz interior colma mi alma de alegría
dice que alzaste llena de infinito anhelo
como una golondrina, feliz y raudo vuelo...
Ves abuelita linda ¡Lo sabía, lo sabía!
que no estás en aquella tumba tan callada y fría
sino junto a Dios, allá en el inmenso cielo.