el rostro trágico del amor es lo inevitable
su carácter irreductible, inexorable, ilógico,
porque está presente en cada gesto, mueca, risa,
cada palabra, cada silencio, en cada movimiento
por más odioso que sea, el amor se está expandiendo
en todo lo que hacemos hay una cuota de amor
indirecta, ajena, extraña, atómica, oculta,
si hacemos lo que hacemos es porque amamos
porque irremediablemente estamos atravesados
por deseos y pasiones, tensiones y sabores
primero sentimos, después pensamos
–a veces nunca pensamos, pero siempre sentimos–
primero el afecto, después la razón
primero te quiero, después no te olvido
primero el amor, después su guion
el amor se escribe y describe con todo el cuerpo
entre sábanas, comidas, fuego, agua, aire,
no busca ganar, no espera perder
es un relato más de entre tantos que rondan por ahí
pero esta narración nace en el otro y muere en uno
en lo más ínfimo y lo más fausto
en la guerra cruel y la paz ociosa
en los cielos vivos y cementerios tercos
hay lazos y lienzos de infatigable amor
que horadan y cubren nuestro destino
el amor busca completar sentidos, naranjas,
porque no es sino plenitud absoluta,
signo omnipotente e implacable que representa
nuestro anhelo constante y perpetuo de alcanzar
esa región ideal que nos mata y seduce