A la ternura, roja como la sangre,
la he visto en los jardines
de los infelices,
sin decirme de dónde viene.
Puede que,
de un poema triste que se escribe
o de una carta que se lee...
De rosas que sangran a la vez.
Puede que,
venga del rostro de Dios,
de su aliento si creemos en su amor
y en su verbo libre.