Divaga cálida la noche
bajo un soneto alborozado,
vislumbro ante el candil
sus rizos de fértil dorado.
Emanan cautiverio acerbo,
se pone el latir alebrestado,
levanta el pecho, aúpa el aire,
sucumbe un jadeo amilanado.
Conmovido con su danza,
conmovido con su sensualidad,
apuesto ante la salacidad
mi derrota ardiente y fugaz.
He caído ante su efigie,
ante sus rizos entrelazados,
respiro hondo y lento
saboreando el dulce incienso
de girasoles impregnados.
Persigo su retozo absorto
sonriendo al albor enardecido,
anhelo frenético y fundido
la concesión de su cabellera,
que si en esta aurora me diera
moriría ante su felpa tendido;
recorrería su albina quimera,
abrazaría los párpados al olvido,
y ante mis fosas su melena
con su perfume a mi gaznate asido,
entremezclo su cuerpo al mío,
me hago dueño de esos rizos
áureo erótico teñidos.