Allá donde el día
se consume
en céfiro deseo,
y el alma trasiega
dulcemente...
su lánguido latido,
duerme mi amor
muy tiernamente...
en su melancolía,
entre lánguidas hetairas...
vencidas por sus horas,
¡ Oh princesa...
de mis sueños fatuos... !,
dulce y etérea niña,
que la nieve pinta...
y apenas desdibuja,
niégate despacio...
entre rosas primorosas,
y carnales azucenas
de paisaje oscuro...
y deshumanizadamente
breve,
apenas sublimado
en su desmedida...
y descansada
gracia,
por el desgarzado
y cristalino fuego...
herido de amapola.