Ella siempre me decía que me quería,
pero que no estaba enamorada,
yo nunca lo entendía,
porque yo a mi mismo me cegaba en la neblina.
Yo la amaba, y por eso luchaba,
por ser el más bueno, el más galante,
eso sin duda, me axfisiaba y me estresaba,
poco a poco era un hombre que menguaba.
Yo la quería pero siempre con el corazón,
nunca en mi interior ni en mi cabeza,
y en el fondo sin ninguna lógica razón,
yo era para ella como la protección de la maleza.
Yo la amé, pero ella me fallaba,
yo no era su prioridad,
era su diatríba, su alcazaba,
parte de su propia seguridad.
Yo la quisé,
pero al final como un barco pesquero,
salí de la neblina, salí de la oscuridad,
y empecé a ver mi puerto y mi tranquilidad.