Un insecto emite cuatro acordes
sobre un “beat” de techos percusivos,
él insiste en perturbar con su armonía
a la calle
a la memoria
a la lluvia misma.
Chamberos arrugan las veredas
fundidas en cartones reciclados,
bosquejo de suburbio que se resiste
a hilvanarse en fonemas
que no pretendo vomitar,
Si soy el humo obstinado que se desprende
de versos calcinados por esta cotidianidad.
Desde entonces….
¿Qué entonabas?
Cuando los pardos cristales
eructaban ironías en la barra bar,
asestada de putas la calle Portete
criaba incandescencias
entre sacras botellas
de billetes paridos por la quincena.
Tú seguías armonizando la embriaguez
con tu comercial discurso de naturaleza clandestina,
mientras las fosas nasales
orquestaban melodías
enfundadas
diluidas
por la sinfónica cocaína
por mi citadino delirar.
El insecto que emitía cuatro acordes
se ha callado
junto a la calle
la lluvia
la memoria
la palabra misma.