Caminábamos muy juntos por la calle Tucumán
hacia el bajo.
Siempre me tomabas del hombro y con el otro brazo construías los gestos exactos
de tus palabras y tu cigarrillo se mareaba en su propio humo.
Veníamos del departamento después de escudriñar las calles desde el balcón,
después de tomar café con 5 cucharaditas de azúcar,y comer galletitas de agua
con queso duro y picadillo de lata.
Siempre tenías tiempo antes de entrar a tu trabajo de sentarnos a charlar
un rato más en un café.
No nos conocíamos mucho; por eso
siempre no nos alcanzaba el tiempo para hablar.
Nos conocimos por lo que nos contamos.
Nos quisimos a fuerza de no estar juntos.
Te extrañaba porque, eso hace un hijo con su padre.
Me extrañabas,
porque eso es lo que me decías.
A veces nos encontrábamos a 3 años luz de vernos
y a un poco mas de distancia.
Otras, me tomabas del hombro y con el otro brazo construías los gestos
exactos
de tus palabras y tu cigarrillo se mareaba en su propio humo (pero...
esto creo que ya lo he dicho),
y así se repetía el ritual mientras devenían de ti otros años,
otra mujer, otros hermanos...