No llegué a conocer
ni tan solo tu hermosura
sí usé cadenas perdurables
preso de algo o de alguien,
ignorando mi única libertad
de una costosa prebenda.
Como la trémula lámpara
que su pálida luz me altera,
así sería, la voz que despierta
y que alumbró en la penumbra
la flor de tu amada presencia.
O pudiera ser: la errante pena
de una propia atadura,
de una falsa condena.
Y así fue... cuál descubrí
tus propias nubes fugitivas
al volar de vueltas por la vida
un amor de poca coherencia.
Lo quise cambiar por amistad
en el tardío tiempo de juventud,
y modifiqué por puro placer
el adelantarme ésta vez
a tus mal llamados rumores.
Qué por más que se repitan
sólo y a ti... me acercarán.
*
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POEMAS TARDIOS - ESTROFAS PERDIDAS
Enrique Tamayo Borrás
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