La noche estaba en silencio y tan fría
cuando llegué suspirando en el parque,
ante el fulgor de la luna amarilla.
En su carrera los vientos gemían,
regocijadas se arrastran las hojas
y se desprenden las flores de azul.
Ave nocturna que canta en la fuente
calla su voz y muy rauda se aleja,
sobre las aguas oscila una flor.
En esas sombras paseaba tan solo,
ante mi paso el buen árbol despierta
y compasivas se inclinan sus hojas.
A su costado una flor tan pequeña
busca cobijo del viento en sus ramas,
entre lo oscuro que envuelve la veo.
Desde sus ojos alumbra un destello
que como un astro aparece de pronto,
llena mi esencia con su resplandor.
Lupercio de Providencia