Era un día de marzo, un doloroso día, cuando,
Mi impaciencia un grito de auxilio escuchó
Todo parecía tan normal que mi alma dormía
Fue entonces que del cielo un ángel cayó.
Tenía rotas sus delgadas y frágiles alas,
Su mirada tenía todo el candor de una niña
Pero con toda la sensualidad de una mujer
Se acercaba, sabiendo que resistirme no podría
En un instante me dejo sin defensas
Me robo mi espíritu y alma en un segundo
En su rostro se veían almas de hombres
Que de sus hermosos labios eran presas
Sin saberlo con su dulce mirada me atrapó
Me encontraba quieto, perdido y sin dirección
Por ese néctar embriagante de sus labios
Con todo eso mi alma y mi ser cambiaron
En ese magnifico día que un ángel cayó