Hugo Garcia

AUNQUE NO ME LO PREGUNTES

Los miro,
y me arrodillo a su redondez
como venerando a dos limones maduros antes de beberles el alma.
Para qué negar que tus senos desvancecen esta ciudad envenenada
y esta ciudad es solo un sonido tenue
en las afueras de tus senos recién salidos de la mañana.

 

Para qué negar
que para mí tus senos son puertas
montañas
o camino resbaladizo
por donde pasa un arroyo
mojándolos
con agua blanca
sudorosa
y tibia.

 

Para qué negar que me gusta ver tus senos
husmearlos desde arriba
mientras vos sentada dibujás pensamientos borrosos en alguna tierra lejana;
mientras vos sentada
te quedás abierta a mis pupilas,
indefensamente abierta a mis pupilas dilatadas
hasta convertirse en salivas desbordadas.

 

Para qué negar
que me impaciento viendo ese sendero que envidio
lo envidio
por cruzar irrreverentemente
tus bellos, cálidos y rebosantes senos.

 

Dichoso sendero que envidio

 

ahí quisiera deslizar mis dedos

 

o mi boca y su beso

 

beso desbordado

 

beso líquido y fébril
que sobre tus senos
posarse quiere.