Confieso que he vivido,
el corazón ya apenas carga con su peso,
y el tiempo aborda el universo
de las fatigas que me afligen
cual divino sortilegio de píldoras diversas,
allí donde la carne y el hueso
se aprestan al óleo y la ceniza,
y la vida se queja hipando los recuerdos.
Ahora soy tan solo un nombre
que viene a herir mi memoria,
que capitula en cada silenciosa sílaba
exhalando, en un descuido cruel,
exangües imágenes que hubieran desvelado su secreto.
Confieso que he vivido,
a mayor distante no se puede llegar más lejos,
y de la costumbre de vivir
se han hecho viejos mis zapatos.
Ya ni siquiera el sol entibia la soledad
que ha tiempo es abrumadora certeza,
que, en una mal entendida lealtad,
tratara de desandar cada paso aún no sacrificado al olvido.
Confieso que he vivido,
y tras cada lágrima hubo antes una sonrisa
derramando clavel y fuego,
un torpe niño libando con ciego afán
el azulado néctar de los cielos,
en mérito de aquellos años
que, de otro modo, hubieran pasado inadvertidos.
Quizá, por eso, ahora soy
tan solo un hombre, imperfecto, sin apego,
para el que aquel bautismal sol
ya no arde en todas direcciones,
en una vida que ha ido mudando con denuedo,
y que busca reconocerse en cada amanecer
cegado por la luz de las mareas.
http://www.islaserrantes.blogspot.es