Gracias, Señor, es nuestra melodía
siempre que escuchas nuestras oraciones;
las mismas que inspiró en nuestros corazones
el autor de la vida y la alegría.
Por eso, porque escuchas la osadía
de ser llamado Padre al son de mil canciones,
porque atiendes las voces y las buenas razones
de tus hijos, quiero hoy darte mi algarabía,
mi alma, mi ser entero como ofrenda
pura sobre un altar hecho de barro
que quiere ser de oro, pero que no lo es
si está lejos, ausente de tu tienda.
Recoge mi persona: ¡que no sea un despilfarro
como el viento que va y que se sucede!.
Que me quede muy cerca por la oración de ella
y te de gracias siempre por la luz que destella.